Nicolás Maquiavelo, El Príncipe El Príncipe CONTENIDO Capítulo X V De aquellas cosas por las cuales los hombres, especialmente los príncipes, son alabados o censurados Queda ahora por analizar como debe comportarse un príncipe en el trato con súbditos y amigos. Y porque sé que muchos han escrito sobre el tema, me pregunto, al escribir ahora yo, si no seré tachado de presuntuoso, sobre todo al comprobar que en esta materia me aparto de sus opiniones 409 . Pero siendo mi propósito escribir cosa útil para quien la entiende, me ha parecido más conveniente ir tras la verdad efectiva de la cosa 410 que tras su apariencia 411 . Porque muchos se han imaginado como existentes de veras a repúblicas y principados que nunca han sido vistos ni conocidos 412 ; porque hay tanta diferencia entre como se vive y como se debería vivir, que aquel que deja lo que se hace por lo que debería hacerse marcha a su ruina en vez de beneficiarse; pues un hombre que en todas partes quiera hacer profesión de bueno es inevitable que se pierda entre tantos que no lo son 413 . Por lo cual es necesario que todo príncipe que quiera mantenerse aprenda a no ser bueno, y a practicarlo o no de acuerdo con la necesidad 414 . Dejando, pues, a un lado las fantasías, y preocupándonos sólo de las cosas reales, digo que todos los hombres, cuando se habla de ellos, y en particular los príncipes, por ocupar posiciones más elevadas, son juzgados por algunas de estas cualidades que les valen o censura o elogio. Uno es llamado pródigo, otro tacaño (y empleo un término toscano, porque «avaro», en nuestra lengua, es también el que tiende a enriquecerse por medio de la rapiña, mientras que llamamos «tacaño» al que se abstiene demasiado de gastar lo suyo); uno es considerado dadivoso, otra rapaz; uno cruel, otro clemente; uno traidor, otro leal; uno afeminado y pusilánime, otro decidido y animoso; uno humano, otro soberbio; uno lascivo, otro casto; uno sincero, otro astuto; uno duro, otro débil; uno grave, otro frívolo; uno religioso, otro incrédulo, y así sucesivamente 415 . Sé que no habría nadie que no opinase que sería cosa muy loable que, de entre todas las cualidades nombradas, un príncipe poseyese las que son consideradas buenas 416 ; pero como no es posible poseer las todas, ni observarlas siempre, porque la naturaleza humana no lo consiente, le es preciso ser tan cuerdo que sepa evitar la vergüenza de aquellas que le significarían la pérdida del Estado, y, si puede, aun de las que no se lo haría perder 417 , pero si no puede no debe preocuparse gran cosa 418 y mucho menos de incurrir en la infamia de vicios sin los cuales difícilmente podría salvar el Estado, porque si consideramos esto con frialdad, hallaremos que, a veces, lo que parece virtud es causa de ruina, y lo que parece vicio sólo acaba por traer el bien estar y la seguridad. Notas: 409 Primera advertencia que ha de hacerse para comprender bien a Maquiavelo (RC). 410 En todos los casos, ver las cosas como ellas son (RC). 411 La imaginación de Platón vale, en la práctica, casi tanto como la de Juan Jacobo (RC). 412 Con arreglo a ellos juzgan a los estadistas los visionarios de moral y de filosofía (RC). 413 Si todos no son malos, los que lo son tienen tales recursos y actividad, que hace como si todos lo fueran. Los más perversos son, a menudo, los que a tu lado aparentan ser los mejores (RI). 414 Se dirá lo que se quiera. Lo esencial es mantenerse y conservar el buen orden del Estado (RC). 415 Escoged si podéis (RC). 416 Sí, como Luis XVI. Pero también acaba uno perdiendo su reino y su cabeza (RI). 417 Consejo de moralista (RI). 418 En cuanto a esto, me burlo del "qué dirán" (RI).